Rastros salvadoreños en un mapamundi de 1544.
La progresiva exploración de las tierras americanas por parte del imperio español implicó desafíos en cuanto a geoestrategia, comercio monopolizado con las colonias y sistemas defensivos en tierra y mar. La cosmografía y la cartografía se volvieron conocimientos imprescindibles durante el siglo XVI.
Para el Consejo de Indias y la Casa de Contratación de Sevilla, los trabajos científicos de los cosmógrafos reales resultaban tan valiosos como los de los pilotos mayores que atravesaban la Mar Océana (Atlántico), se adentraban más allá del estrecho de Magallanes y remontaban las costas donde batía la Mar del Sur (Pacifico). Sin embargo, esas visiones no estaban exentas de enfrentamientos abiertos y señalamientos entre los teóricos al servicio de la corona desde sus despachos y los marineros lanzados a las aguas incógnitas e indómitas.
En medio de esas exploraciones y disputas se desarrolló la vida de Sebastián Caboto, Gaboto o Cabot (República de Venecia, 1476-Londres, 1557), hijo de Mattea Caboto y de Giovanni, Juan o John Caboto, marino, cartógrafo y explorador de Canadá. Entre 1512 y 1547, Sebastián fue piloto mayor de la Casa de Contratación de Sevilla, a cuyo servicio desarrolló una osada como fracasada expedición de cinco años (1526-1531) por diversos parajes de Brasil y el Río de la Plata, donde llegó a fundar un asentamiento conocido como San Salvador, en la desembocadura del río del mismo nombre. En ese viaje -tras el que pretendía subir hasta los dominios centroamericanos del gobernador Pedrarias Dávila-, lo acompañó un joven Alonso de Santacruz (1505-1567), considerado uno de los más grandes cartógrafos del mundo hispánico en el siglo XVI.
Durante sus últimos quince años al servicio de España, Caboto se puso del lado del cosmógrafo Diego Gutiérrez en cuanto al uso de mapas con dos escalas de latitud para orientarse en el mar, así como en el uso monopólico del instrumental náutico desarrollado por Gutiérrez. Eso les ganó a ambos el cuestionamiento expreso de otros cosmógrafos reales, como Alonso de Chaves, Pedro Mejía, Pedro de Medina y Alonso de Santacruz, más inclinados a introducir enfoques matemáticos y astronómicos en los derroteros o guías de rutas, en las cartas portulanas y de marear y en los libros de descripciones de las tierras agregadas al imperio español.
De esa manera, con la derrota del proyecto Gutiérrez-Caboto, el conocimiento cosmográfico español dio origen a diversas ciencias cada vez más exigentes y precisas de observación de los cielos y de registro de la geografía, en un mundo sujeto a cambios constantes a medida que avanzaban las labores de exploración y colonización. La historia de la ciencia y la cultura visual del mundo hispánico daban pasos acelerados, dentro de una historia global en plena construcción al servicio del colonialismo imperial y de sus amplios secretos geopolíticos.
Hasta el siglo XXI han llegado muy pocos materiales originales surgidos de la mano de Sebastián Caboto. Por eso resulta valioso el mapamundi de 1544, cuya única copia conocida se custodia en el Departamento de Mapas y Planos de la Biblioteca Nacional de Francia. Cinco años después, el grabador inglés Clement Adams hizo una reimpresión de ese trabajo cartográfico, cuando ya Caboto trabajaba como piloto y asesor naviero para la corona británica, pero ninguna copia de ese tiraje ha persistido hasta el presente.
El mapamundi de Caboto está formado por cuatro hojas y dos tiras ensambladas hasta formar un conjunto de 2.20 por 1.25 metros. Es un trabajo cartográfico mural, con escala aproximada de 1:18,000,000 y no fue diseñado para ser usado dentro de la cabina de un piloto de barco, sino más bien para apreciarlo en las oficinas de la Casa de Contratación, del Consejo de Indias o en las propias dependencias del monarca Felipe II.
En la parte salvadoreña de su mapamundi, Caboto registra la existencia de la “baya” (bahía) o golfo de Fonseca, así como de “Rafulta” (sic: Acajutla) delante de Guatimala. Un detalle importante es la anotación de las Tierras de Gil (estrecho mexicano de Tehuantepec), dedicadas al capitán Gil González Dávila y que fue uno de los puntos máximos alcanzados en 1522 por la expedición marítima del piloto mayor Andrés García Niño, en el primer viaje de contacto entre una nave española con el actual territorio salvadoreño.
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PARA SABER MÁS
-DELBOURGO, James y DEW, Nicholas. Science and Empire in the Atlantic World (Nueva York-Londres, Routledge, 2008).
-PORTUONDO, María M. Ciencia secreta. La cosmografía española y el Nuevo Mundo (Madrid-Frankfurt am Main, Iberoamericana-Vervuet, 2013)
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